Los hombres y la masculinidad tambien se ven (nos vemos) afectados


 

Publicado en el diario "La Mañana" de la ciudad de Neuquén en relación a una invitación a colaborar sobre temas de violencia.
Enviado por el  Lic. Victor Kurcbard, psicólogo MN 10.332, e-mail: vikurc@yahoo.com.ar



A modo de introducción

Antes que nada, un comentario personal. Cuando decidí, hace algunos años, iniciar la especialización en Violencia Familiar, lo hacia en relación a una cuestión estrictamente profesional, mas ligada a una necesidad de tipo técnica, entendida la técnica como una capacidad aséptica y neutral. Había comenzado a trabajar como psicólogo de planta permanente en un Hospital del suburbano bonaerense, en una zona de marcado empobrecimiento.
Siendo terapeuta familiar y de parejas, recibía con asiduidad derivaciones de personas, todas mujeres, que pedían ayuda para su situación personal en el ámbito familiar, en relación al maltrato en sus distintas formas por parte de sus compañeros. Algunas querían, planteaban, la necesidad de salvar sus matrimonios, otras, solo querían salvar su vida y la de sus hijos. Excepcionalmente llegaba algún esposo, derivado por un juzgado. A diferencia de las mujeres, en los hombres no era una elección propia, sino una “obligación” a cumplir.
Observe entonces que las herramientas teórico clínicas y practicas, de la experiencia profesional, que no era poca, 20 años de ttrabajo no son pocos, sin embargo llamativamente, no me resultaban suficientes, y así, decidí, ingresar en la Especialización en Violencia Familiar. Desde mi óptica, era menester trabajar adecuadamente con las victimas del maltrato y con los abusadores.
Así planteada la cuestión, los que ejercitaban el abuso, la conducta prejuiciosa hacia la mujer, los machistas eran los otros hombres, los abusadores, yo....nada que ver.
Grande fue mi sorpresa, durante el inicio de la especialización, cuando leyendo un cúmulo de materiales teóricos me encontré en que yo estaba parado en la misma vereda que el que ejercita el abuso, sin ser yo un abusador, y si, un amoroso esposo, y buen padre de familia, incapaz de levantar, ya no la mano, ni siquiera un grito.
Y estaba parado en la misma vereda, entendido esto, como un “cotinuum” que vas desde la normalidad hasta el machismo mas ascendrado.
Del mismo modo en que uno nunca se pregunta porque habla un determinado idioma, en este caso, el español, la cultura, con sus infinitas formas nos invade hasta el ultimo de los rincones de nuestro cuerpo/ mente. Así, recordé, que yo también, lo primero que hago al escuchar la noticia de un nacimiento, es preguntar si fue varón o mujer, y después, recién después, si ambos, bebe y madre está bien. Es que la división del mundo en géneros diferenciados, opuestos y dicotómicos funciona como la principal manera de racionalizar el mundo. El mundo que habitamos se divide en nuestra cabeza en hombres y mujeres.
También, me observe a mi mismo, cuando un colega me comentaba que había nacido, su segunda hija mujer, yo le contestaba, muy suelto de cuerpo: “ – Tendrás que seguir intentando a ver si viene el varoncito.....” por que el varón es el sexo privilegiado.

Los “micromachismos”

Los “micromachismos” es un termino acuñado por uno de los mayores estudiosos de la temática de la violencia masculina, el Dr. Luis Bonino Mendez, quien sostiene que se trata de conductas que pertenecen a la cotidianeidad de la existencia. Se explica por la necesidad de los varones de sostener y mantener la supremacía androcrática, o masculina. Cualquier critica a este modo de ser, es sentido como un ataque personal, en la vivencia de integridad del varón que se sostiene en los estandartes de la masculinidad de la misma cultura en la que estamos insertados.
Los “micromachismos” se observan en la reciedumbre del varón que lo confirmaría supuestamente en el lugar del macho, la debilidad es vivida como algo negativo para los hombres, de allí que la inmensa mayoría de las consultas provienen de mujeres, se observa en el ejercicio de la fuerza, en la imposición de la voluntad por el manejo y el control del poder, en el prejuicio hacia la mujer, en el cotidiano y permanente manejo del poder, se observa en que los hombres no lloran, en como intentan imponer sus razones por el ejercicio de la violencia, a modo de ejemplo harto conocido, en una esquina, en el cruce de dos arterias en la que chocaron dos automóviles, se observa en la tribuna de un partido de fútbol, se observa también en la TV cuando un cómico nos hace reír por sus fantaseadas aventuras eróticas en desmedro de la mujer, se observa en la desigual remuneración frente a tareas idénticas que reciben hombres y mujeres, y se observa en el reparto de cargos ejecutivos en áreas privadas y publicas.
Y tal cotidianeidad es vivenciada como lo normal, en tanto y en cuanto responde a las normativas que la cultura patriarcal sostiene y propugna.
Obviamente que no se trata solo de lo cultural. Tambien se trata de mecanismos de identificación a los que el sujeto humano, justamente para ser humano, intercambiar palabras e ingresar en el circuito de lo social y cultural se ve compelido, desde lo psíquico inconsciente a cumplimentar.

Modelos de intervención posibles

Los modelos de trabajo para hombres, insertados en modernos metodos de prevención de la violencia domestica, llamados en algunos casos, “Grupos de reflexión por una nueva masculinidad”, apuntan a develar estos modos de relación que los varones sostenemos con el mundo y con los otros. Apuntan a revalorizar para los hombres conceptos como afectividad, ternura, cariño, en el reconocimiento de que podemos ser débiles, en que tenemos el derecho a ser débiles sin que eso implique menoscabo de nuestra masculinidad.
Los hombres también nos vemos afectados por la violencia que de distintas formas impera en la cultura patriarcal, cultura que por otra parte para su propia subsistencia, necesita el imperio de la violencia, en una especie de vorágine de retroalimentación que solo conduce a un estilo de vida enfermizo y enfermante.


 

Lic. Victor Kurcbard

 

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