La construcción de la masculinidad es un proceso cultural. Lo interesante, señalan los especialistas, es darse cuenta cómo se van construyendo estos distintos modelos y percibir si las conductas que se ejercen son realmente propias o responden a una presión social.
Por Verónica
Kenigstein. Especial para Clarín.com
conexiones@claringlobal.com.ar
Por motivos varios, ser varón no es tan fácil como
era. El problema es mayor cuando el hombre se siente obligado a sostener lo que
algunos especialistas denominan rasgos de la masculinidad hegemónica. ¿De qué se
trata? Son aquellas características asociadas con el ser varón que la cultura
occidental refuerza y hasta estandariza, como las conductas de riesgo, los
comportamientos agresivos, el poco cuidado por la propia salud, la desconexión
con la percepción emocional y la obligación de demostrar fortaleza a toda costa.
En otras palabras, la sociedad presiona para que los varones se diferencien
claramente de las mujeres.
En los últimos años, diversos estudios de laOrganización
Panamericana de la Salud (OPS) demostraron que la práctica de conductas
asociadas con estos rasgos masculinos de la cultura dominante representa un
serio riesgo para la salud de los hombres. “Los varones que se refugian en estos
comportamientos están más propensos a enfermarse tanto física como
emocionalmente”, sostienen. ¿Por qué? Entre otras cosas porque se cuidan menos,
corren más riesgos y responden más agresivamente al estrés. Además, están más
expuestos a las tres primeras causas de muerte: lesiones no intencionales,
homicidio y suicidio.
En Argentina, como en otros
lugares del mundo, existen grupos de varones cuyo objetivo es reflexionar
sobre sí mismos, sobre su condición masculina y sus relaciones: con el mundo,
con el padre, con los hijos, con la mujer y, en los últimos tiempos, con el
trabajo y en especial con el dinero. Esos grupos han ido creciendo. Quienes han
participado de estas experiencias coinciden en que producen efectos
contradictorios. “Si alguien necesita permanentemente confirmar su potencia, su
virilidad, es por inseguridad”, dice
Norberto Inda, terapeuta especializado en grupos y parejas. Y agrega: “Es
una instancia frágil, que puede estar motivada por un problema de erección, la
pérdida del trabajo, o un fracaso deportivo”.
El psicólogo Guillermo Vilaseca, director del sitio
www.varones.com.ar, sostiene que hoy, “ser varón está ligado a saber, poder
y tener; ser importante, sentirse orgulloso y confiado de sí mismo. Todas
cualidades con un denominador común: potencia”. Según Vilaseca, hoy los varones
tienen menos poder pero son compelidos a comportarse como si lo conservaran. “En
este cuadro de situación los varones conforman una ‘población en riesgo’. Tienen
problemas consigo mismos, con las mujeres y con el mundo. ‘Deben demostrarse’
que pueden, aunque esto no sea así. ¿El resultado? Impotencia, confusión y, a
veces, enfermedad”, dice.
El machismo exacerbado tiene una presencia muy fuerte en las
culturas latinoamericanas. “Canadienses, belgas y escandinavos, por ejemplo,
están bastante menos preocupados por la virilidad y la defensa de los valores
fálicos”, sostiene Inda. Sin embargo, varias experiencias probadas en la
Argentina y en la región han obtenido resultados claramente positivos. En casi
todas el varón logra achicar la necesidad de que la mujer lo observe
permanentemente y esto puede ayudar a generar una verdadera pareja, en el
sentido de pares, donde las diferencias subsisten pero no se tornan
desigualdades.
¿Qué vías o estrategias permite mejorar la comunicación y el entendimiento en la
pareja? “Hablar, no suponer lo que se espera de nosotros. Saber que junto a los
roles están las personas, que suelen ser más ricas y complejas. Incluir el humor
siempre, no tomarse tan en serio, no creérsela demasiado”, concluye Inda.