Resonacias

Relatos que hemos ido recibiendo.
Esperamos tu participación...


Lito Cymerman: "Padre e hijo"

Lito Cymerman: "Todos los caminos conducen a Roma"

Gabriel: "Crisis"

Arnoldo: "Y también lloramos"

Gerardo: "Contradicciones para compartir"



Lito Cymerman, septiembre de 2000

Hoy quiero referirme a una escena que vi hace muy poco tiempo, estaba sentado junto a mi hija, amigas de ella y sus padres en un comedero de hamburgesas.

Miraba a una familia, un matrimonio con una hija y un hijo, en particular al padre con su hijo. Conversaban y en determinado momento el padre tuvo gestos de acercamiento a su hijo, le acarició la cabeza y una serie de actitudes cariñosas hacia el.

Me acordé la distancia, que mi padre imponia y que en distintas reuniones del grupo de hombres, fueron referidas por distintos compañeros situaciones similares, esa imagen de hombre - grande - padre - serio - largas horas ausente, que al hacerse presente seguía distante; lejano y sin contacto.

Cual era la importancia de la imagen en aquel momento, que interrumpia el acercamiento afectivo de un padre con un hijo. Esa imagen que debía sostenerse aún a costa de un dolor interno o un desgarramiento interno, pero eso estaba social y familiarmente bien.

Aún hoy veo hombres que sostienen ese lugar y mujeres que lo afianzan, pensando que está bien.

Lo malo sería morirse pensando que está bien, cuantas cosas que se pierden.

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Lito Cymerman
3 de julio de 2000

Todos los caminos conducen a Roma; los caminos se cruzan; el camino al éxito; decenas de otras frases que hablan de caminos y hacia los lugares maravillosos donde conducen, no eran precisamente el marco de referencia para esos días.

El laburo por distintas razones, entre ellas una situación generalizada, venía para el desastre, se me estaban terminando los últimos mangos, sentí que me estaba quedando sin nada y entonces  los caminos se cerraban.

Tengo un lugar, construído con camaradería durante años, el grupo de hombres. Pero que pasaba?

Podía darme el lujo, de encontrarme con mis pares?. Para contarnos; escucharnos; aconsejarnos; criticarnos y decir lo que tanto nos cuesta hablar.

Por ejemplo que pasa, cuando por falta de ingresos queres borrarte de todo, hasta de tus hijos. Y empezas a pensar, que mal estan conmigo, si me borro capaz que van a estar mejor.

Ese día fuí a despedirme de los muchachos, decidido, sin poder pensar en otra alternativa y se los conté. Lo que decía era que no tenía guita; que no estaba acostumbrado a deber. Lo que escucharon mis compañeros fue otra cosa.

Las reacciones fueron diversas, pero ninguno se quedo y acepto mansamente lo que les dije.

Nos conocemos, nos hemos acompañado muchas veces.

Lo que más me impactó, fué que me dijeron que si en un momento de malaria como este, donde sentís que varias cosas se desmoronan, te vas de aca. Quien te va a sostener? quien te va a apoyar?

El grupo y los compañeros que lo integran, son como una reserva profunda que emerge en los momentos duros y nos da ese apoyo firme; desinteresado; solidario.

Este relato pasó a ser mi paga momentáneamente, hasta revertir la situación. Cuando el coordinador me lo propuso fue un alivio importante, irme hubiese sido un peso.

Pasada una semana de este episodio, pienso en el lugar que para nosotros los hombres, ocupa el hecho de proveer a nuestra familia, sobre todo de dinero. La falta de laburo y consiguientemente de ingresos, puede que nos induzca a reducir de una manera cruel un montón de hechos de nuestras vidas, minimizando los actos que en definitiva nos van a permitir pensar en proyectarnos de otra manera.

Lito 

 


Gabriel
2000

 
Estamos atravesando un momento particular, por la intensidad de la crisis económica que está planteada, sin efectuar ningún análisis de la misma, quisiera contarle de que manera distintos hombres establecen estrategias.
Estrategias superadoras, aguantadoras, inmovilizadoras, puteadoras, angustiadoras, etc.
Cuales fueron las superadoras; desde buscar un segundo laburo, ampliar la cartera de clientes o de productos, caminar más, comenzar actividades diferentes a las realizadas, realizar algún curso que permita desarrollar alguna actividad oculta, etc.
Las aguantadoras fueron las que propusieron: " a mi no me van a cagar", desde achicar los gastos, presupuestar para la crisis, hasta permitir el enfrentamiento entre subordinados y directivos de una institución que pretendían que el "aguantador" fuera el vocero del ajuste entre los primeros. Pero este no se hizo cargo y de aguantador paso a resistente activo.
Que pasó con las inmovilizadoras? Se achicaron en todos sus egresos, pero a diferencia de la anterior se amucharon sin oponer resistencia.
Las puteadoras ?se imaginan?, revolean para todos lados: le dan a los de antes; a los de ahora y a los que van a venir. No queda titere con cabeza, pero en general todas las estrategias tienen algo de puteadoras, porque no hubo una estrategia puteadora pura, siempre queda mechada con alguna otra.
Estrategias angustiadoras no ven salida, todas se cierran y aparece como cada vez peor y a veces pienso si no querrán que pensemos así, por que en definitiva son las que más inmovilizan.
 
Quizás falten algunas, ustedes deben conocer algunas y las pueden agregar a esta página, quizás podremos llegar a polemizar en algún momento y eso es muy sano.
Si lo pienso me quedo con el resistente, porque desde que yo tengo memoria, hoy más que nunca es necesario resistir para criticar, tener otra visión para superar lo que induce a pensar que "per se" todo es así.
 
Pero me aparte de mi objetivo, que es relatar lo que observe, volviendo a los hechos es muy interesante que esto se pudo hacer, cuando todos contamos que es lo que hacíamos en este momento y pasado unos días el superador tenga un poco de resistente, el resistente un poco de angustia y el angustiado este puteando.
A diferencia de la crisis de la decada del 30, muchos de nosostros nos encontramos con esposas, novias, compañeras o hermanas que están mejor posicionadas economicamente. Y esto puede ser visto con alguna nostalgia del lugar anteriormente ocupado por el varon, pero también desde la perspectiva del lugar compartido, que pienso en perspectiva va a ser un lugar más justo para el ser humano. Pero esto es tema para otro comentario.
 
Gabriel

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Arnoldo
Abril 1990

Veníamos comentando entre amigos, compañeros de grupos terapéuticos, conocidos, sentimientos que, al sacarlos para afuera, terminaban siendo compartidos. ¿A vos también te pasa? Y esa suerte de sentímientos secretos, clandestinos, se fue transformando en necesidad común de crear un espacio donde "desclandestinizar" nuestras vivencias. Así surgió la convocatoria. Tal vez menos concurrida que lo que prometía por su resonancia previa. Pero nos encontramos; psicólogos de distintas vertientes, filósofos, licenciados en administración, fotógrafos, hombres al fin. Sorprendidos de estar sólo hombres charlando de nuestras cosas, sin padre que "paternizara" el encuentro.

-Cuando te separás las mujeres se quedan con los hijos y con la vivienda. En dos matrimonios perdí dos departamentos, por los pibes... ¿viste? No los podés sacar de su lugar y entonces por ellos..."

-Y además tenés que pasarles guita ¿no?

-Mi mujer está embarazada y yo estoy bancando absolutamente todo; por ahora lo hago con gusto pero si esto se eternizara... Me agobia pensar en la posibilidad, ser el único sestén económico de mi familia.

Hombres desamparados, parias, abandonados, débiles, sobreexigidos, solos, con miedo, dejando caída la máscara del super macho que podía "omnibancar."

Nuestro compañero "embarazado" comienza una de nuestras reuniones semanales comentando su angustia porque se acercaba el momento de parir. Las contracciones se regularizaban cada vez más, las demandas de su mujer aumentaban, los grupos de psicoprofilaxis obstétricos se orientaban alrededor de lo que les pasaba a las mujeres y ningún hombre decía nada de sus miedos.

"Y sin embargo yo me cago en las patas y tengo que bancar lo que venga, sostener, y a mi quien me sostiene?"

Yo comento mis vivencias de padre parturiento, mis soledades, sostener a una mujer que se aferra a uno como a una rama que le evita caer en un precipicio, y que entonces araña, lastima, muerde, desgarra y uno sostiene y sin embargo la demanda no cesa. Quizás sostenemos también el mito del hombrehéroe que no se cansa de sostener, queno necesita nada para sí. Capaz de proveer económicamente, de contener a su esposa y ocuparse de la casa.

Nuestro compañero parturiento nos dice que ahora podrá incluirse en la situación de otra manera, desde otro lugar de hombre que también es débil, que también tiene miedos, y que otros hombres sientan lo mismo y le "permitan" ser hombre. Lo legitimamos como hombre, con miedos, con angustias, con abandonos, con lágrimas. Lágrimas que reaparecieron en nuestra otra reunión, cuando él vino con su beba, que también nosotros habíamos "parído."

Nuestras reuniones continuaron en el andarivel de la queja acerca de lo que las mujeres provocaban de violento en nosotros.

-"Debo reconocer que en una oportunidad la empujé".

-"Yo también le pegué un bife una vez."

Hombres culpabilizados por lo que otros hombres hicieron. Sin respuesta, inermes ante situaciones de violencia, planteadas en la pareja.

El descubrimeinto consecuente de que las mujeres también ejercen violencia, tal vez más sutil, niás encubierta, psíquica. La de la presión de la amenaza, la exigencia sin límites, el " apatronarse" de los hijos y de la casa, culpabilizar al otro, desde el rol de víctima.

No hay dónde mirarse, nuestros padres se esfumaron, se sometieron, se perdieron, cedieron el manejo de la casa y de los hijos a cambio del aprovisionamiento economico. Hombres impotentizados por el aislamiento afectivo, sin saber cómo sostener su agresión sin sentirla como prohibida. Si sale para afuera daña, aniquila, destruye... y entonces tragarnos y tragamos. Si no, nos convertirnos en Monzones: hombres golpeadores de mujeres golpeadas.

Todos vivenciamos la necesídad de ir forjando una identidad de hombres, inexistente todavía, donde puedan coincidir sensibilidad, agresión, débilidad, impotencia.

Desvergoncémonos, salgamos de la catacumba y no esperemos la aprobación de nadie.

Somos hombres, aprendiendo a serlo.


Arnoldo

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Gerardo
Octubre de 1988

Durante las Jornadas de Hornenaje a Pichón-Riviére, en octubre de 1988, participé de un taller para varones que Guillermo y David llamaron "El hombre en el siglo XXI."

A lo largo de un par de horas un grupo heterogéneo en edades y experiencias laborales, realizábamos distintas actividades, que nos dieron la posibilidad de compartir sólo entre hombres: necesidades, temores, escenas que nos marcaron en algún momento.

La característica del taller me produjo, en ese momento, curiosidad, ya que estamos acostumbrados a oír hablar de grupos de mujeres para tratar el cambio de rol a que aspiran en la sociedad, en la familia, en el trabajo. Participé sin saber previamente, de que se trataba y la idea con que me fui, fue la de haberme dado cuenta de que uno vive problemáticas que le llegan afectivamente y que rara vez comparte, con otros hombres (quizá, si, con algún amigo). El habernos formado en un modelo donde la expresión de los sentimientos, los miedos, las emociones, eran considerados signos de debilidad, hace que estos temas casi nunca aparezcan en una conversación entre hombres.

El taller fue una experiencia breve, quizá una apertura a la posibilidad de trabajar entre pares:

- Nuestra disconformidad con el modelo heredado de nuestro padre, definido por una actividad volcada hacia afuera de la casa, endurecido en el trabajo, con escasa expresión de los efectos.

- Los conflictos que nos produce sentir la necesidad de realizar cambios en nosotros, en medio de una sociedad más competitiva, más violenta, más injusta, que nos exige mayor dureza y refuerza nuestros mecanismos de.combate diario; pero donde a pesar de todo deseamos abrirnos a los efectos, permitimos gozar con la ternura de y hacia los que queremos, vivir intensamente la relación con nuestros hijos, encontrar una nueva forma de relación con nuestra pareja y con las mujeres en general.

Desde ellas nos llega también un fuerte cuestionamiento, parte de lo que reclaman nos parece justo y aun necesario para nosotros. Una mujer rnás independiente, con una práctica social (laboral, política, etcétera), más intensa, desplegando su sexualildad nos atrae. Pero porque no compartir con otros hombres las contradicciones que ésto nos produce, los temores, las broncas.

Reflexiones que se mezclan con otras vivencias. Así, de pronto aparece una escena de un hijo que evoca aspectos dolorosos de la relación con su padre ¿Quién de nosotros no trae heridas, frustraciones, reconocimientos con el viejo? ¿Qué seguimos repitiendo a pesar nuestro? ¿Qué hemos conseguido cambiar con el deseo de construir un tipo de padre diferente? ¿Qué no queremos perder como imagen de hombre?

Creo que hay mucho para compartir en un grupo entre varones, que puede ser facilitador para encontrarle la vuelta a lo que queremos ser. Además, el ir adquiriendo libertad para mostrar los sentimientos puede ser, en uno mismo, un aprendizaje transformador.

La experiencia que realizamos en el taller de Guillermo y David fue una apertura, la muestra de un cambio posible.

Gerardo

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