Los amigos
del café
El rito del encuentro continúa
No importan las excusas: escuchar
música, discutir sobre fútbol o política y jugar al dominó o al
billar. Los porteños mantienen su espacio de complicidades más
allá de generaciones y de clases sociales.
Pablo Novillo.
pnovillo@clarin.com
En
el idioma de los porteños, la expresión "¿Vamos a tomar un café?"
juega de comodín. Sirve como convocatoria para cerrar un negocio,
o como apuesta para conquistar, revivir o matar un amor. Pero hay
un caso en que la oración sufre una leve reforma: "Nos vemos en el
café". La frase es un "código de barras", una bandera común para
el grupo de amigos que entiende que a tal hora y en tal mesa se
revivirá el rito periódico del encuentro, de la celebración
de la amistad. Hoy, Buenos Aires sigue mostrando uno de sus rasgos
más particulares: la costumbre de juntarse en el café.
Templo pagano del ocio, prolongación del living, reemplazo del
diván o púlpito desde el que se predican las utopías que salvarán
al mundo, el bar es para los porteños la escala entre el
trabajo y la casa. La costumbre atraviesa edades y clases
sociales, y pudo más que las modas, la globalización y la crisis
económica.
Hay quienes creen que nació por un reflejo de Europa. "La
costumbre es típica en Madrid, puede ser uno de los antecedentes.
En Buenos Aires, ya existían bares en la época colonial. En
el Café De Marco, por ejemplo, se juntaban los revolucionarios de
Mayo de 1810", cuenta Horacio Spinetto, historiador y presidente
de la Comisión de Bares Notables del Gobierno porteño.
Lo cierto es que en otros horizontes una vez concluido el motivo
del encuentro la gente se va del bar, como en los pubs ingleses,
lugares para ir después del trabajo a beber. Sólo en este rincón
del Río de la Plata los bares le hacen frente al reloj y
logran que las tardes se marchiten lentamente, para enojo de los
amantes de la eficacia.
Como muchas otras cosas, la costumbre de ir al café se gestó en la
olla donde se amalgamaron las culturas nativas con las de los
inmigrantes. En su libro "Sociabilidad en Buenos Aires: hombres
honor y cafés", la historiadora Sandra Gayol señala que, para los
inmigrantes, "la calle y la frecuentación de algún café brindaba
la posibilidad de anudar lazos y de tejer relaciones con
algún connacional". Esto les permitía a los recién llegados buscar
trabajo y no alejarse tanto de sus raíces.
"Más de 200 cafés y 230 despachos de bebidas desparramados por la
Ciudad en 1887 ya no detendrán su crecimiento en los años
venideros", agrega Gayol.
Hoy, las causas son similares. Para el psicólogo Guillermo
Vilaseca, coordinador de grupos de reflexión de hombres, "el bar
sigue siendo un espacio valorado por los hombres. En el bar
se comparte el tiempo con los pares, se habla con libertad de
fútbol, mujeres, política o cualquier otra cosa, aun sin mucha
intimidad. Y se valora el no hacer nada. Es un amortiguador
entre las presiones laborales y las obligaciones familiares".
Usualmente, esta necesidad del encuentro se camufla en excusas.
"Ya a partir de la década del 20, los cafés sirvieron como espacio
para el debate literario, un ejemplo claro es el Tortoni. En otros
cafetines los hombres se juntaban a jugar al billar o las cartas.
Luego, y hasta los años 40 y 50, casi todos tenían alguna orquesta
de tango estable. Más tarde, en los 60, renació la discusión
intelectual o política. Durante las dictaduras, en cambio, la
política estaba vedada", explica Spinetto.
Nadie como el dueño de un café para describir la costumbre, como
un cartógrafo detrás del mostrador. Rubén García,
propietario del mítico "Café de García", de Villa Devoto, cuenta:
"A la mañana pasan los que salen a trabajar. Después, llega gente
discontinua, y al mediodía vienen a comer los que trabajan cerca.
Pero a la tarde es cuando llegan los de siempre. A las 15 ya
empiezan con el billar y el ajedrez, y desde las 18 y hasta la
noche se llena de barras de amigos. Muchos se conocieron acá,
de tanto venir, hay tipos que hace 40 años paran acá".
Lo cierto es que la costumbre está tan arraigada que se convirtió
en tema del arte y el entretenimiento: el eterno tango "Cafetín de
Buenos Aires", el programa "Polémica en el bar" (ver
Cuarenta...), la historieta "El Loco Chávez" y hasta la
reciente publicidad "Día Osvaldo", de la cerveza Quilmes, en
la que un grupo de amigos quiere agregarle un día a la semana para
juntarse.
El rito también está a mano de los "sub 30", gracias a
algunos jóvenes que lo mantienen vivo y a la moda de los "after
office" para tomar algo en la semana en los pubs irlandeses del
microcentro, a la salida de la oficina. Por esto, muchos coinciden
en que las barras de café seguirán vigentes. "Podrán
cambiar pero no desaparecerán. La prueba está en la cantidad de
gente que convocan los nuevos bares de Palermo", afirma Spinetto.
La necesidad del descanso, de la intimidad, de la charla y los
silencios seguirán vigentes junto a las mesas que nunca
preguntan.