A partir de que Vulnerables ”plantea el desafio de abrir el ámbito privado de un grupo terapéutico” a la mirada del público televidente nos brinda la posibilidad de generar una reflexión pública respecto de una de las practicas terapéuticas de mayor importancia en Salud Mental en esta época. Desde allí es que me parece oportuno desplegar algunos comentarios.
El grupo aparece como un espacio/tiempo
que anuda el conjunto de las historias de sus integrantes, tanto terapeuta como
pacientes. Desde cierta perspectiva muestra en qué medida el papel jugado en
cada situación grupal es sólo una versión que nunca podría agotar el sentido
de un existir. Como la parte visible de un iceberg, es mínima respecto de la
totalidad. Esto mismo da cuenta de lo contradictorio de plantearse que un grupo
terapéutico es un lugar donde decirlo todo y/o donde decir toda la verdad. Lo
fructífero es trabajar a partir de las versiones que cada uno va construyendo
de sus momentos vitales presentes, pasados y futuros. Detenerse y pensar cómo
cada uno se posiciona en relación con los otros a partir de la particular manera
de vincularse contando "algo" de su vida. Así, a partir de revisar las posiciones
relativas en que cada uno tiende a quedar ubicado, es indispensable generar
acontecimientos, a partir de las intervenciones del coordinador y/o los integrantes,
viabilizadores
de caminos que permitan a cada uno cambiar las conductas repetidas que le producen
dolor, padecimiento, degradación y empobrecimiento en las relaciones con los
otros. El devenir de la tensión grupal se transforma en fructífero para sus
integrantes sólo si se accede a una experiencia donde poder experimentar como
Los Mosqueteros: "todos para uno y uno para todos". Para ello el coordinador
debe garantizar un encuadre que contemple las condiciones de "seguridad psicológica"
de manera que en el diálogo pueda surgir la resonancia; o sea que cada situación
planteada por uno pueda ser una oportunidad para explorar la vida de cada uno
y no para dar cátedra, aconsejar, pontificar, denigrar y/o burlarse.
Jacob Levi Moreno, creador del psicodrama,
hablaba de "compartir" como la instancia donde yo diálogo con vos y te cuento
lo que genera en mí lo que vos me contás. A partir de allí es que se podrá acceder
al "encuentro" con los otros como momento de contacto con lo extraño en mí,
que nos arranque de la soledad, nos permita la producción colectiva y desde
allí experimentar la solidaridad, el amor y la creación. Siendo el grupo terapéutico
una situación artificial -un laboratorio de relaciones humanas para investigar
el posicionamiento subjetivo de cada integrante en pos de encontrar líneas de
fuga a los ciclos de repetición dolorosos del padecimiento personal -, lo importante
no es la verdad de un relato sino el sentido que cobra en el grupo y la posición
en que lo coloca al sujeto en el aquí y ahora de la sesión. El grupo no es terapéutico
por decirlo todo
en ese ámbito sino por catalizar cambios en las conductas estereotipadas desactivando
los enigmas que constituyen los síntomas, los que frecuentemente dicen de ciertas
verdades” a partir de la repetición.
Así, incorporarse a un grupo terapéutico
implica entrar en contacto con otros en función de un objetivo: el cambio de
conductas. Para lograrlo nos valemos de analizar cómo se establecen las relaciones
en el grupo en si mismo. Cuando la relación entre los integrantes del grupo
fuera de ese espacio cobra más intensidad y protagonismo en sus vidas que la
vinculación dentro del mismo en función de dicho objetivo terapéutico, ello
va en detrimento del propósito contratado originalmente. Esto no implica que
los miembros de un grupo no deban tener contacto por fuera del mismo, pero sí
es fundamental que el terapeuta ponga en juego la regla de restitución. Implica
la posibilidad de incluir las versiones de lo acontecido fuera del grupo entre
los integrantes” en el ámbito intragrupal. Por esto es fundamental subrayar:
juntar gente en un espacio / tiempo para que hablen de sus conflictos no es
en sí mismo garantía de estar gestando un dispositivo efectivo y eficaz para
que se genere una producción colectiva que conlleve una reflexión operativa
de cada uno de los integrantes a partir de la cual se gesten cambios en sus
conductas sintomáticas. Sólo si el terapeuta/analista sostiene ciertas reglas
de funcionamiento -dispositivo- el devenir grupal podrá considerarse terapéutico.
En una época como la actual, donde predominan las patologías narcicísticas,
recuperar las prácticas grupales fructíferas se constituye en una vía privilegiada
para reapropiarnos del sentido de la solidaridad y en ese tránsito sanear el
tejido social infectado por el virus del "sálvese quien pueda".
Este artículo fue publicado íntegramente en el Boletín Informativo de la Sociedad
Argentina de Psicodrama en el mes de Agosto de 1999. Y en la Revista Campo Grupal
N° 8. www.campogrupal.com.
Lic. Guillermo Augusto Vilaseca
Para información, consultas o preguntas telefónicas 54 11 4804 5811 o 155 578 7125 ; vía e-mail :correo@varones.com.ar
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